jueves, febrero 16, 2006

FILOSOFÍA REAL



El trabucaire de Carod, relleno, furioso, satisfecho de haberse conocido, es la ficura perfecta para chancearse. Y, claro, nos chanceamos, porque escrito está que en democracia se puede hacer todo lo que no está prohibido por ley y de momento no hay ley que proteja al ayatola Carod. Claro que tampoco hay ley que proteja al resto de España del hombrecillo-que-manda.

La Cataluña que resulte de esta desgracia, o sea, de la conjunción de los planetas Zapatero, Maragall y Carod, tendrá que cambiarse de nombre, como Carod, por ver de disimular los odios que el muchacho está recogiendo. Y no para él, no: para Cataluña. También España tendrá que disimular después de ver a quienes ha escogido para el mando. Una pena.