TALIBAN CON FUSILA Y CIMITARRA
Rodeados y bombardeados a diario en Diguaniya (Irak) hacían vida normal, entrenaban en las armas a iraquíes más o menos pacíficos, y se aguantaban las naturales ganas de escarmentar a los belicosos nativos, que no sabían que los ejércitos de España suelen perjudicar a los malos. Luego les dieron la orden de retirada y, cuando salían de sus últimas posiciones, norteamericanos y portugueses les hicieron la gallina.
Ahora, en Afganistan, en misión de paz armada, algún tirito tienen que dar, pero son tiros pacíficos y de poco esfuerzo. Por eso, en medio de un frente mezclado, cuando el que viene por detrás puede ser cristiano o talibán, el soldado español tiene que leer "La guerra de las Galias" para saber qué es una guerra de verdad. Ellos no son policías ni monjas, y alguien tendría que explicar a su ministro que cuando se saca al ejército es para acometer y pegar tiros, no para sentarse en una piedra y esperar a que lo cacen.
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