sábado, febrero 11, 2006

LAS VÍCTIMAS

Dibujo de D. Jesús Flores Thies

Uno se pregunta si el perdón es un derecho o un deber. Perdonar requiere un estado de alma bonancible y nada la alborota más que el ser obligada a perdonar. O sea, o te congracias con el que te vuela por los aires o eres, qué sé yo, fascista o papista o mal republicano. Además, si perdonar resulta que es un deber, debiera desgravar en la declaración: "He perdonado a quinientos asesinos, me desgravo de 500 euros". Y es ponerlo barato.

Lo que sorprende un poco es que guardemos un silencio bastante espeso sobre el perdón. Las tradiciones españolas no están muy por el asunto y el libro del Alma Española -el Refranero- tiene avisos sobre el espíritu implacable observado durante siglos: "Quien justamente perece, no se queje", "A la primera, perdón, a la segunda con el bastón","No será bueno vengarse, pero no es malo desquitarse", "Perdona a tu enemigo una vez, pero no dos ni tres".

"Perdonar al malo es dar al bueno un palo". Eso significa que en la continuación virtual de la viñeta se sobreentiende que el nieto le va a pegar el chinarrazo al confiado etarra, que reluce de patriotismo con boina. Y un refrán algo sucio, Dios nos lo consienta: "Mal asunto los perdones cuando se tienen cojones". O sea, de lo que no hay ya por aquí: Cúmplase mi derecho y perezca el mundo, que es una versión libre de la máxima latina, porque no estaría mal que los políticos y los jueces recordaran que hay justas venganzas. O, al menos, que se volviera a establecer la buena costumbre del duelo, que acabaría devolviendo muerte por muerte. No es bueno, claro, no es bueno, pero quizá sí justo y necesario.